En nuestro centro a menudo recibimos clientes que presentan muchos síntomas relacionados con la ansiedad. Algo de cierto tiene el que se la considere como “el trastorno del siglo XXI”. Relacionado con la ansiedad, una de las fuentes de malestar más frecuentes son los pensamientos difíciles de controlar, repetitivos e intrusivos, lo que la psicología llama pensamientos obsesivos.
A diferencia de los comunes y corrientes donde uno está liderando y más o menos viendo qué quiere pensar (preparar almuerzo, terminar un proyecto, salir con amigos, etc), los pensamientos obsesivos se toman todo el protagonismo. La experiencia vital es de repente estar pensando cosas que no querían pensar, usualmente dudas, inseguridades, miedos o preocupaciones. Hay una sensación de tener “poco control”, de que los pensamientos se manejan por sí solos y, muy importante, no poder o tener mucha dificultad para detenerlos.
Otra diferencia es que, contrario a los pensamientos comunes y corrientes en los que se puede llegar a una conclusión (qué vamos a comer, cómo va a quedar el proyecto o la hora a la que tenemos que salir), este pensamiento es circular y no lleva realmente a encontrar solucion es a los problemas que los producen. Casi siempre el único resultado es dejar a la persona más ansiosa y en casos graves incluso deprimida por sentir una presión abrumadora.
En clínica siempre es importante abordar el contenido (quedarse solo, no poder pagar las deudas, que alguna catástrofe le ocurra a la familia, etc), pero aquí se pone foco en la forma que tiene este tipo de pensamiento. O sea, da igual cuál sea el contenido, mientras la manera en la que se esté pensando sea del tipo obsesiva. Por esto es fundamental para su abordaje entender que cuando hablamos de pensamientos obsesivos, nos referimos a un patrón específico en la forma de pensar.
Qué hacer entonces para lidiar con ellos
Lo primero es entender que todo el mundo es susceptible de tener pensamientos así en algún punto de su vida. ¿Tienen siempre la misma intensidad? No, porque se ven muy potenciados por períodos de estrés, alta carga laboral o inestabilidad emocional. Debemos tener en cuenta que va ha haber épocas en que estén más presentes o intensos, y que podemos trabajar con eso.
Lo segundo, es sacarse la idea de “controlar” estos pensamientos. Cuando intentamos controlarlos, lo típico es que se vuelvan más fuertes e intrusivos. Aquí la idea popular de “silenciar” los pensamientos tiene el efecto contrario.
Mejor sería aplicar una estrategia diferente. Una herramienta que le ha funcionado a muchos de los pacientes que recibimos en nuestro centro es primero reconocer que se está pensando de manera obsesiva. Esto que puede sonar tan poco o incluso ridículo, es una tremenda ayuda para lidiar con estos pensamientos. Se les reconoce como un patrón particular, lo que contribuye enormemente a que se detengan. ¿Los silenciaste directamente? No. ¿Se silenciaron? Sí.
Aquí solamente te delineo las bases de esta estrategia. Pero en el fondo, lo importante es ocupar una estrategia diferente al “control” o “silenciar”, que en este fenómeno tiene el efecto contrario.
Aprender a manejar los pensamientos obsesivos puede ser un asunto en el que vas viendo mejoras, traer muchos beneficios en la percepción de tu equilibrio emocional e incluso ayudarte a enfocarte en las metas que quieres trabajar en terapia incluso con “la cabeza más despejada”. Puedes acercarte a nosotros a aprender más y encontrar un espacio para enfocarte en tu bienestar.
Por Eduardo Cornejo